José Ángel González Sainz

El viernes vino a acompañarnos a la ruta José Ángel González Sainz,  escritor, ensayista, profesor y traductor español. Ha ganado el Premio Anagrama así como el Premio de las Letras de Castilla y León, de 2006, tras aparecer su novela Volver al mundo.

https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_%C3%81ngel_Gonz%C3%A1lez_Sainz

José Ángel, acompañó a Hugo en la ruta del viernes 27 de mayo de 2016 (campo de Gómara) durante todo el día, y con el objetivo de observar de primera mano la realidad de la provincia y descubrir cómo La Exclusiva fija población en sus pequeños pueblos, hizo un análisis personal de lo que iba viendo según avanzaba el día junto a Hugo.

Nada más volver a Soria, sentados frente a una rica cerveza artesana de Huertos de Soria y con la mente repleta de ideas y datos, le hicimos una entrevista para que nos contara la impresión de su viaje.

-¿Antes de acompañarnos en esta ruta, qué imagen tenía de La Exclusiva?
-¿Y después de hacer la ruta?
-¿Le ha llamado algo especialmente la atención de lo que ha visto?
-¿Le ha inspirado para escribir un cuento, un libro? ¿Qué título tendría? ¿Cuál sería el argumento?
-¿Cómo explicaría ahora qué es La Exclusiva a alguien que no la conozca?
Aquí os dejo su respuesta:

«Acompañé a Hugo en la furgoneta de La Exclusiva durante todo el viernes 27 de mayo. Hacía ese día la ruta por el Campo de Gómara y la comarca de Monteagudo de las Vicarías y  Arcos de Jalón, la zona que peor conozco de nuestra provincia. Antes de ese día tenía el mejor concepto de lo que estabais haciendo y por eso pedí acompañaros, pero durante toda la jornada, a medida que veía lo que estaba viendo y oía a Hugo hablarme y contarme problemas y posibilidades, a medida que comentábamos la tremenda realidad de toda esa zona y de todo lo que se podría hacer, la impresión de lo que suponéis y de lo que podríais además suponer en adelante fue haciéndose más fuerte y clara. Al acabar la jornada y despedirnos, cansados ya al atardecer, me fui con la cabeza llena de imágenes y de pensamientos. Espero poder darles un día forma y profundizarlos para contar esa jornada de La Exclusiva, que fue, sin duda alguna, un verdadero viaje en su sentido más propio.

Los verdaderos viajes son iniciáticos, y los hay negativos, de huida, de rebeldía, y también positivos, formativos, de los que uno vuelve enriquecido espiritualmente. Mi viaje con Hugo fue iniciático en los dos sentidos: por una parte encendió aún más el grito de rebeldía, de sentido del ultraje que cualquier soriano debía de sentir al ver su tierra tan abandonada, tan despreciada, los pueblos sin habitantes, con sus últimos resistentes, ancianos de otras épocas que en la soledad de su resistencia nos están diciendo en el fondo algo: aún estamos, aún podéis venir, aún no se ha roto del topo el hilo. Las imágenes de tierras abandonadas, de posibilidades despreciadas, de edificios y majadas y corrales hundidos, de casas cerradas y vegas perdidas son imágenes que no pueden causar sino dolor, y después rabia y después impotencia y tal vez rencor. Derecho a decidir enarbolan algunos: ¿qué derecho a decidir qué ha tenido toda esa gente que se ha ido?

Por otra parte, y frente a ello, las imágenes de la increíble belleza de las zonas por las que atravesábamos, siempre por carreteras de segundo o tercer orden, donde no nos cruzamos en todo el día casi con ningún coche, flanqueadas en mayo por cunetas abarrotadas de amapolas, de acianos y margaritas, rojos y azules y amarillos que enmarcaban las infinitos tonos que van del verde al amarillo en las cebadas y los trigos y centenos. Un paisaje infinito y abierto en la retina y muchas cuestiones en la cabeza.

Y entre tantas, una idea clara: el viaje de Hugo, el Viaje de La Exclusiva, llevando alimentos a esos pueblos sin tienda, llevándolos además de la manera en que los lleva Hugo, con una palabra humana para cada una de las personas que se conoce por el nombre y por lo que son y han hecho, entrando con la carga en sus casas, en sus vidas, llevando un aliento, restableciendo un lazo, un contacto, es algo más que un mero y necesario reparto de víveres: es un último reparto de esperanza, es algo así como la última conciencia comunitaria de una zona que, si nada surge de aquí, si la experiencia de La Exclusiva no se aprovecha y se dota de medios y se le da alcance, va a desaparecer en cuestión de cinco años. Sólo quedarán inmensos campos de cereal cultivados de forma extensiva, con fertilizantes a barullo que arruinarán los acuíferos y ya ni agua buena se podrá beber, campos que serán sólo cantidad de grano, cantidad de subvenciones, cantidad de hectáreas cultivadas por cuatro gatos. Cantidad de desolación. Esas comarcas, en tanto que comunidades habitadas por personas, habrán desaparecido.

Hugo, por su calidad humana, por su claridad de proyecto, por su experiencia pasada como ganadero, como pastor, como comerciante de pequeñas tientas de pueblo que fue cerrando una a una, por su amor a su tierra y su empeño en poder hacer algo todavía por ella,  es el último de Filipinas, la última esperanza, la última posibilidad de enlace entre la última generación que aún tiene la experiencia de un  pasado allí activo , por ejemplo ganadera (qué número de cabezas es necesario para vivir una familia, cómo se llevan, cómo se mantiene el equilibrio con la actividad agrícola, qué se hacía…), y los jóvenes, por ejemplo de El Hueco, que tienen ilusión y saben moverse de otra manera en este mundo en el que casi todos quieren moverse del mismo modo, es decir como rebaños, como ovejas en los pastos contaminados de los suburbios de las grandes ciudades. En las zonas de superpoblación a la gente les falta ya sólo llevar cencerro. NO lo llevan, pero algunos lo oímos. Y esa cencerrada continua hace difícil que puedan oír la  callada invitación a venir por aquí de estos nuevos pioneros de La Exclusiva, aventureros en el día a día como hay pocos, del porte de aquellos pioneros de las grandes praderas americanas del siglo XIX. No hace falta irse lejos para acometer una aventura, no hace falta ser solidarios con quien no se ve para serlo. La aventura, la necesidad, la injusticia están aquí mismo. Siempre será un misterio que las gentes prefieren trabajar todo el día respirando venenos en fábricas oscuras a las que les cuesta horas acudir antes que enfrentar la aventura de la vuelta a la tierra y el desafío de reconstruir una comunidad.

Ojalá alguien os eche una mano para que vuestro enlace con todas las comarcas más o menos olvidadas de la mano de Dios y del Progreso pueda enlazar un día no sólo a personas a las que llevéis víveres sino a pequeñas realidades ganaderas o artesanas que puedan volver a resurgir a partir de ese último baluarte que constituís contra la desaparición y a las que recojáis su pequeño producto para formar así otra red de distribución.

Siempre he dicho que todo empieza siempre por unos pocos, por un puñado de gente que con claridad y empeño y esmero de ideas, y con carácter, emprenden frente a todo pronóstico una actividad con miras a una comunidad. Lo demás son ideologías, retóricas, politiquillas de politiquillos viejos y nuevos que durante un tiempo se creen algo y destrozan mucho, nuevos cantos de sirena como los que hoy vuelven a sonar con canciones viejas y viejos deseos de Poder, embaucamientos. La maravilla que vi ese 27 de mayo es que no había nada de eso, sino análisis de problemas concretos en las palabras de Hugo, despliegue de posibilidades concretas en el filo de lo que está a punto de desaparecer. Gracias por ese viaje. No cejéis.»

Un abrazo José Angel. Gracias por todo